Durante el embarazo, se recomienda no consumir ni una sola gota de alcohol, pero ¿qué pasa durante la lactancia? ¿Continúa la misma norma?
En el embarazo, sabemos que está prohibido el consumo de alcohol, tabaco y drogas. ¿Por qué? Además de ser sustancias dañinas para todos, durante el embarazo, estas serían absorbidas por la placenta y podrían originar en el bebé el síndrome de alcoholismo fetal, y por ende, habría un altísimo riesgo de que nazca con malformaciones y retraso mental.
¿Y qué ocurre en la lactancia? Ante esta pregunta, lo ideal sería no consumir ni una sola gota de alcohol para así no pasársela a nuestro bebé, en especial para evitar problemas con su desarrollo cerebral. Hay quienes, sin embargo, defienden que el consumo moderado es compatible con la lactancia materna.
Los efectos del alcohol sobre el bebé que es amamantado están relacionados con la cantidad que beba la madre y hace cuánto tiempo ha bebido. Al igual que atraviesa la placenta durante el embarazo, el nivel de alcohol pasa rápidamente a la leche materna, pero también desciende rápidamente pues no se acumula en la mama. Es decir, alcanza su máximo nivel entre los 30 y los 60 minutos después de haber bebido.
Si bebes de forma moderada al final de una toma cuando pasarán unas tres horas hasta la siguiente, el nivel de alcohol será muy bajo o prácticamente nulo. Pero claro, con un bebé recién nacido y lactancia a demanda las tomas pueden ser menos espaciadas y no sería recomendable.
No es verdad que algunas bebidas alcohólicas como el whisky y la cerveza favorezcan la producción de leche. Al contrario, una dosis de mayor de 0,5 gramos de alcohol por kilo de peso materno por día puede producir sedación y disminución de la cantidad de leche pues éste inhibe la secreción de prolactina y oxitocina, hormonas que intervienen en la producción y eyección de la leche.
Para que nos demos una idea, hablamos aproximadamente de una medida que equivale a 200cc de vino, 500cc de cerveza o 60cc de licor para una mujer de 60 kilos de peso.
Eso sí, el olor de la leche materna se modifica. Se vuelve más fuerte corriendo el riesgo de que el bebé la rechace.
Algunas asociaciones como el comité de Lactancia de la Asociación Española de Pediatría recomienda no beber alcohol al menos durante los primeros tres meses y una vez pasado este tiempo beber cantidades pequeñas, esporádicas y alejadas de las tomas. Una caña o una copa de vino una o 2 veces por semana es una cantidad tolerable, sin efectos en el bebé.
Hay madres que se plantean dejar de amamantar por poder beberse una copita de vez en cuando. Desde luego, los beneficios de la lactancia materna están muy por encima de los riesgos de una bebida ocasional. Si es por quitarte las ganas una vez por semana no será un gran sacrificio mantenerte en los niveles recomendados.