La fresa es la fruta favorita de muchas personas. ¿Quién no disfruta un delicioso jugo de fresa con leche o comerlas con leche condensada? Lo que no muchos saben es que la fresa es una de las frutas que contiene mayor número de gérmenes que podrían desencadenar procesos infecciosos. En esta oportunidad, te contamos todo al respecto. Además, te enseñamos la manera en que debes lavarlas para evitar posibles enfermedades.
Cuando compres fresas es necesario escoger las mejores. Nunca las chancadas o esas que tienen un aspecto aguado, pues su parte externa está debilitada y llena de gérmenes. Manuel Espinoza, médico infectólogo del Instituto Nacional de Salud (INS), sugiere no quitarle las hojas, porque sirven como una especie de sello y evitan que entren gérmenes, como la salmonela, que pueden infectar a la fruta.
¿Cómo limpiar las fresas correctamente?
Muchas madres creen que sumergirlas en agua durante algunos minutos, para luego escurrirlas, es suficiente. Pero no. Los gérmenes de las fresas no se eliminan tan fácilmente. El especialista nos enseña los pasos para limpiar correctamente esta fruta.
- Primero se deben lavar bajo el chorro de agua, para quitarles toda la tierra. No cortes las hojas porque sirven como garantía de que no se contaminarán por dentro.
- Luego de ello, se hace una pequeña solución: jabón líquido neutro con agua. Con un cepillo de dientes o una esponja verde frota la superficie de cada fresa. Al cepillar, se quita todo germen que quedó encima: huevos, parásitos, etc.
- Después se vuelve a enjuagar y se coloca en un recipiente de agua con lejía durante 20 minutos. La lejía garantiza la muerte de los gérmenes. Por último, se vuelve a enjuagar hasta que queden limpias.
Asimismo, el especialista recomienda comprar esta fruta en lugares especializados. Lo ideal es comprar las fresas en lugares donde venden productos hidropónicos u orgánicos, porque garantizan que no han sido irrigadas con aguas servidas o contaminadas.
¿Qué ocurre si no lavo bien las fresas?
El médico sostiene que estos parásitos ingresan al organismo y se alojan en los intestinos, dejando sus huevos y desarrollándose hasta convertirse en parásitos adultos. Los síntomas aparecen después del periodo de incubación que dura entre dos y tres semanas. Se pueden manifestar con diarreas, gases y dolor abdominal. En casos más graves, se puede producir el síndrome de la malabsorción por la destrucción de las células epiteliales del intestino delgado, produciendo cuadros de anemia, especialmente en los niños.
En caso se observen estos síntomas es mejor acudir a un especialista.