La llegada tan esperada del bebé es motivo de alegría para ambos padres. Fueron nueves meses los que tuvieron que esperar para conocer al pequeño. Es natural que los padres estén igual de felices que de cansados. Y es que ambos son imprescindibles para la salud tanto física como emocional de su hijo.
Para la psicóloga María José Roldán, es esencial que el hombre desempeñe su rol como padre en los primeros meses para forjar el vínculo afectivo entre padre e hijo. Y no solo por eso, sino también para demostrar su apoyo incondicional a la madre y evitar que ésta pueda sentirse sola durante la crianza.
A partir del sexto mes de vida, el bebé empieza a descubrir realmente el mundo que lo rodea. Empieza a interesarse por su entorno, a querer interactuar con el mundo y, especialmente, con las personas que formar parte de su vida. El bebé necesitará ser atendido y son ambos padres quienes deberán criarlo. Pero no solo eso, sino que; además, el pequeño requerirá de mucho amor y es importante que tanto papá como mamá se lo brinden.
La especialista recomienda no dejar todas las tareas a la mujer. El hombre debe apoyarla en actividades que se volverán cotidianas como alimentar al bebé, cambiarle los pañales, bañarlo, llevarlo sus citas con el pediatra, arroparlo para que no sienta frío, cobijarlo durante las noches para que concilie el sueño, enseñarle a caminar y a hablar, entre otras.
Si se trata de un hogar donde la madre es ama de casa y el padre trabaja fuera gran parte del día, María José Roldán sugiere que el hombre, al llegar a casa, procure pasar por lo menos un par de horas con el pequeño, atendiendo sus necesidades, para que se forme ese vínculo entre padre e hijo y el bebé pueda asociar la imagen paterna con el tiempo. Con mayor razón aún, los fines de semana o días libres para que este vínculo se forme más rápido y el bebé reconozca a la persona que cumple el rol de su padre.
Es importante que exista un equilibrio entre los estilos de crianza de mamá y papá. Se asocia a la madre con una crianza más dulce y, al padre, con una más ruda e intrépida. Sin embargo, esto no tiene por qué ser siempre así. Lo ideal es alcanzar un punto intermedio, respetando al otro, llegando a acuerdos para la buena educación del hijo en común y sin pisarse el uno con el otro. La buena comunicación entre ambos progenitores es esencial.